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Desliza su mano fuera del bolsillo de
su abrigo y abre los ojos, siente que morirá porque no es un sueño. Deja que el
guante absorba el agua que esta
acumulada en la banca. La frialdad llega hasta sus dedos y le produce un
escalofrío, es ahí cuando la realidad le golpea.
Regresa, alguien dice, suplica.
Sin embargo, Changmin ha comenzado a amar el
perfume húmedo de la lluvia desde
su infancia porque le da aunque sea algo parecido (por más imposible que le
parezca) a un poco de consuelo. Termina
de llover, no son. No arcoíris, y debería aclarar que nunca ha visto uno y algo
le dice que nunca lo hará. Sin embargo, aquel aroma es lo que siempre ha esperado después de una tormenta.
A sus veintiún años, está
perdido. Ha caído, bajo, tan bajo… que
permanecer aquí es lo único es lo
que tiene fuerzas para tratar. No sabe
que hará al siguiente amanecer, ni los días que le restan de vida. Quizas nunca
lo diga en voz alta o lo haya pensado abiertamente, sin embargo es un secreto que sabe es la verdad absoluta.
No desea esos días.
El repentino olor a humo, nicotina. Alguien
más ha tenido que salir después de la tormenta, no se imagina para qué, con este
frio. La carretera está vacía, aún es
peligroso conducir, él ha llegado caminando. Más bien corriendo.
Quiere olvidar el olor de los crisantemos de ese lugar calles más debajo, desea olvidar
aquel día.
Quiere creer que nunca existieron esas malditas
flores.
Qué él nunca existió.
Debería regresar y despedirse, afrontarlo, pero
sabe que solo irá a hablarle a un
pedazo de piedra con su nombre grabado y hablando en serio, es lo último que
Changmin quiere ver y hacer.
Pero incluso, si algo se ha roto
dentro de sí y sabe que nunca será el
mismo Changmin, aún tiene miedo de
sentir más dolor, aunque podría apostar que eso es imposible. El cielo
se oscurece. Mira a su alrededor, los
gigantescos arboles del bosque más atrás parecen ser una ilusión
sobrenatural.
Y aunque la niebla le dificulta ver
aquella delgada figura acercándose, esa
forma de caminar, está seguro, por favor, porque él confía que aún no se ha
vuelto loco (aunque realmente lo desea si eso implica olvidar o distraerse
y supone qué sería mucho pedir: dejar de sentir), y porque
de verdad desea aferrarse a que esto está sucediendo.
Porque la persona que ve justo ahora,
con el cigarrillo entre los dedos, dando una calada y dedicándole una media
sonrisa es él. Su cabello de un precioso
negro, como estaba antes de que enfermara.
Sus ojos están abiertos una vez más…
fijos en Changmin.
Aquel abrigo negro de perfectos
cuadros grises y plateados le trae tantos
recuerdos.
Es real.
Tiene que ser real.
Porque
Changmin se dirige hasta él, sus
pies entumecidos duelen, ha estado mucho
tiempo afuera sentado mojándose en la lluvia. Preguntándose qué sí el cielo
parece estar llorando, porque él no puede hacerlo.
Y pide por favor, maldita sea, que cuando
intente tocarlo no se desvanezca, porque si eso pasa, sabe que no lo soportara,
no soportara no volverlo a ver. Realmente
no desea extrañarlo, no quiere olvidarlo, quiere que esté con él por
siempre.
Siempre.
La palabra es como un cántico y le
seduce.
Suelta una casi silenciosa risita
histérica cuando puede sentir aquel suave tacto de su mano, cálido, familiar.
De verdad está ahí.
Se aferra a ella. Y las palabras no
pueden salir de su boca, no es capaz de hablar, y es cuando comienza a creer que es por motivo físico. No
puede. Tampoco está respirando, no ve el
halito saliendo de su boca a causa del frio. Siente que esta congelándose, sin embargo, aquello que estaba roto esta
latiendo otra vez.
Jaejoong, le sonríe, y tira de él. Changmin no lo duda y se acerca,
entiende, comienza a entender lo que dice aquella mirada triste. Y lo acepta sin pensarlo. No habrá más días escucha de
la voz de Jaejoong (¡demonios,
cuánto ha extrañado escucharla!), pero sus labios un tanto pálidos no se
movieron.
Sin ti, piensa Changmin. Una
sonrisa se forma en su boca.
Caminando sobre la tierra húmeda,
escucha el crujir de las hojas bajo las botas del pelinegro.
Se adentran en el bosque.
Las dos siluetas se pierden entre la oscuridad.
Las dos siluetas se pierden entre la oscuridad.